Recorrer
tu cuerpo,
recorrer
tu vida,
recorrer
tus sueños.
Andar
despacio por tu cuello
para no
perder el ritmo de tus latidos.
Enredarme
en tus ojos
porque
lo que dice tu mirada
jamás
ha tenido nombre.
Que la
sensación de estar contigo
algún
día se vuelva a convertir en costumbre,
en una
de esas que nadie entiende,
pero que
tú y yo entendemos a la perfección.
Que si
yo me fui
fue
porque tú me dejaste ir.
No me
echaste,
pero no
me dijiste el "quédate"
que yo
estaba esperando,
no me
importó en ese momento,
sabía
que algunos tequilas aliviarían mi pena.
La
penitencia llegó cuando, en casa,
en un
momento de masoquismo exacerbado,
comencé
a escuchar canciones de Sabina,
que no
sólo parecían contar nuestra historia,
sino que
también me recordaron que estaba sola,
tan sola
que no te tenía a ti.
Pero
como dice el maestro:
"Y
la vida siguió,
como
siguen las cosas
que no
tienen mucho sentido"
Ya han
pasado unos días
desde
aquel momento,
y aquí
estoy con mi boli y mi papel,
enferma
de melancolía,
con el
alma en mil pedazos,
y
habiendo comprobado
que con
el alcohol no se olvidan las penas,
tan sólo
se alivian por un rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario